jueves, 17 de diciembre de 2009

La Ola que quería ser Chau, 4 Ilusos y La Escuela de Trance en Plasma

Domingo por la noche en Plasma. Tocaba "La Ola que quería ser Chau", banda de City Bell a la que había llegado a escuchar por una de esas casualidades (siempre dudé sobre la existencia de las mismas, pero más aún ahora con todo este cotilleo de las redes sociales) al ser "similar" para Last.fm a alguna otra banda del movimiento "indie" argento.
Ni bien llegué, teniendo la esperanza de que la batería de mi cámara durara para fotografiar a todas las bandas, pagué mi entrada con mucho gusto a unos revoltosos niños que parecían sorprendidos de que uno más estuviera entrando. Al rato del intercambio de buenas vibras me enteré que el muchacho era el bajista (y eventual segunda guitarra) de la banda por la que estaba allí y, luego de quedar un poco en off side al decirle que lo que había escuchado en el espacio cibernético de su banda me había traído reminiscencias a Built To Spill, Nicolás me cambió el tema informándome de que estaba tocando "4 Ilusos", y entré.
El ambiente era lo más agradable que se me hubiera imaginado. La banda que estaba en el escenario me atrapó enseguida con su sonido compacto pero con lindos rebusques al mismo tiempo, y en el lapso en el que borré fotos que seguían sin sentido en la cámara, terminaron de ganarse mi cariño con explosiones cuasi post-rockeras pero con sonidos crudos que daban una sensación artesanal muy atrayente.
Todavía a los leves insultos propiciados a la batería de mi cámara, subió "La Ola..." al escenario y enseguida se notó un ambiente totalmente distendido en el escenario sobre el cual el guitarrista principal empezó a hacer observaciones a modo de chiste de cualquier cosa que tuviera cerca: sus auriculares, la remera de los "Cebollitas" que tenía puesta la nueva bajista y lo que fuere mientras probaban el sonido. Ese momento fue largo pero nunca llevó a la impaciencia y de repente empezó todo.
Un sonido característicamente familiar en todo el nuevo ambiente "indie" que proviene mayoritariamente de la ciudad de La Plata y sus cercanías (o gente de otros lugares, pero que, por un u otra cuestión, suena de ese modo), fue lo primero que se escuchó. Esto no es para nada malo: uno siente como que está presenciando ALGO (habrá párrafo aparte para ésta cuestión más tarde...) que está pasando acá y ahora y se siente como propio.
Pero enseguida la banda, siguiendo esos lineamientos citados, tomó su propio camino hacia un rock cargado de emociones de adulto que no quiere dejar la adolescencia (sabemos que no es nada nuevo, pero había algo más...) en la que, queriendo o no, se sume en una melancolía pop en el mejor de los sentidos. Potencia, melodías bonitas, juegos de voces entre el guitarrista principal y la bajista, dulces riffs propios y ajenos y mucho cariño y ganas de divertirse rompían con esta ola sobre la playa habitada por pocos espectadores.
El sonido siguió cambiando, y con él, la conformación de la banda: la bajista dejó su instrumento para sentarse al lado de la baterista y seguir con las voces de respaldo y la banda pasó a su otrora formación de trío. Las canciones se volvieron más potentes, más y más adolescentes y hasta más emotivas; más adecuadas para un recital que para un disco, si se quiere... Hubo guiños a Joy Division, Nirvana (más que nada por la cadencia del guitarrista cantante) y cierre con una versión en español de "Yoshimi Battles the Pink Robots" de The Flaming Lips en la que Yoshimi fue reemplazada por Rocío, la bajista, y con eso casi terminaba un recital al que creo que a Wayne Coyne le hubiera gustado presenciar hace unos 20 años.
Se sintió como la banda lo pasó genial en el escenario, que estaban haciendo lo que les gusta; improvisando a veces, probando formaciones, subiendo y bajando volúmenes de guitarras y aceptando pedidos de que no terminaran de tocar por parte del público, donde salí beneficiado por la buena química que habíamos descubierto al entrar al espacio con lo que me regalaron 2 canciones más a mí y al público.
Sí, está pasando ALGO...
El cierre de la noche estuvo a cargo de La Escuela de Trance, una banda de Villa Urquiza que suena muy bonito también, con dejos vocales a Nicolás Kramer y un par más de cantantes de hace casi 2 décadas atrás, pero a la que no le pude prestar la debida atención por quedarme charlando con Rolando, un señor mayor que la baterista de La Ola... había conocido en el tren con el que viajó hacia el recital y que se acordó de memoria la dirección del lugar y los fue a ver. Una persona digna de conocer y escuchar y que, muchachas que lo venían atendiendo bien: dejaron que se fuera solito a esperar el 70, que no pasa nunca a esas horas y que por suerte pude rescatar de un grupo de buitres que a cambio de mi botella de agua no le sustrajeron nada. "Help the Aged" diría Jarvis Cocker en "This is Hardcore" de Pulp...